Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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jueves, 15 de agosto de 2013

UNA ZONA FLORIDA


Estrecha relación con otro de los barrios del norte de la ciudad tendría, como se dijo, el apellido Escauriza, perteneciente a una de las familias tradicionales de La Florida, continuación del barrio de Alberdi, aun cuando no tuvo, como éste, condición previa de pueblo consti­tuido. Comenzó a organizarse hacia mediados de 1889 al aprobar el gobierno santafesino el proyecto de urbanización elevado entre otros por Castagnino, Papaglioni y Frugoni.
El inicial pequeño poblado tenía su centro geográfico en el pre­dio ocupado hoy por la plaza Ovidio Lagos y comprendía los terrenos que iban desde la Avenida San Martín, actual Bvard. Rondeau, a la costa del río Paraná, de oeste a este, y desde calle Buchanan a Buenos Aires (actual Martín Fierro). Hacia el sur, desde Buchanan a la actual Ricardo Núñez, se sucedían predios agrestes sobre los que se emplazarían rudi­mentarios hornos de ladrillos, como en los barrios del oeste rosarino. Era, en verdad, un conglomerado que abarcaba unas pocas manzanas urbanizadas, a cuyas dieciséis calles se les daría el nombre de las catorce provincias argentinas, a las que se agregaron dos con connotaciones patrióticas: 25 de Mayo y 9 de Julio, actual calle Ingeniero Laporte.
Una segunda urbanización en 1924 posibilita nuevos loteos de terrenos que habían pertenecido a uno de los pioneros, Esteban Frugoni, cuya sucesión optó por la venta de los mismos. La casa de remates de Fernando Pessan, encargada del loteo, publicitaba en 1924 la venta de predios en La Florida como propicia para casas-quinta, cha­lets, especuladores, etc., en la zona más pintoresca del municipio, sobre las admi­rables barrancas del río Paraná. Los carteles del loteo advertían a los inte­resados que La Florida tiene sus calles perfectamente trazadas y abovedadas, lo mismo que luz eléctrica, debiendo dentro de breve tiempo recibir los benefi­cios del adoquinado en el camino principal, lo mismo que las aguas corrientes.
Pessan, en su entusiasmo por convencer a posibles compradores, consignaba que la zona sería incluso punto terminal de una avenida costanera, incomparable por su extensión y hermosura, que bordeando el Paraná uniría el centro de Rosario con el norte de la ciudad, de acuerdo a un proyecto que, por entonces, había ingresado en el Congreso Nacional, donde dormiría el sueño de los justos.
Ya en el plano confeccionado por el ingeniero Lucio Bernard luego de esa división de tierras, puede constatarse como propietarios de viviendas en La Florida a algunos rosarinos de apellidos reconoci­dos como Isaac Newell, quien había construido una vivienda en un antiguo casco de estancia sobre las barrancas. Un hecho relevante en la cronología del barrio lo constituye, en 1927, la conformación de una de las asociaciones vecinales pioneras de la ciudad, responsable del primer operativo de forestación en la zona.
Ese año se plantaron cerca de 1.000 árboles, y aquella sucesión de verdes, sumado al de las quintas que poblaban el sector y a la flora que naturalmente coloreaba el sitio, puede muy bien ser el origen de la denominación "La Florida" que llevaría hasta nuestros días. Contemporánea a ello sería la construcción de la primera escuela, en un solar especialmente asignado a ese fin: la "Escuela Gobernación de La Pampa", actual Escuela Ovidio Lagos, en Martín Fierro 461, que al ser inaugurada en 1929 contaba con sólo dos maestros.
En realidad, fue a partir del comienzo mismo del siglo XX cuando el incipiente núcleo urbano comenzó un poblamiento intensivo que modificaría sus características iniciales al sumarse poco a poco a las modestas viviendas construidas por trabajadores y obreros, algunos de los importantes chalets que familias inglesas, alemanas y francesas (más algunas de la burguesía rosarina) levantaron en esa zona suburbana que ofrecía algunos rasgos similares a los del pueblo de Alberdi.
Aquellas construcciones, varias de las cuales sobreviven aún, se alzarían entre 1910 y 1930, otorgando una fisonomía peculiar a esa zona en la que tampoco faltaban extensas plantaciones de frutales de vigente recuerdo, como la que perteneciera al ex vicegobernador y caudillo radical santafesino Juan Cepeda.

En el año 30, cuando La Florida era un barrio de quintas y extensos jardines que aromaban el aire en época de floración, ya había un chalet que tenía un portero eléctrico; era de propiedad del señor Werner, un industrial alemán conectado a los Molinos Fénix. También tenía en su chalet, que aún perdura, un observatorio astronómico, ubicado en la actual calle David Peña (antes Santa Fe) y la barranca del Paraná. En el límite norte del barrio, una ancha y extensa franja de tierra era propiedad del político Juan Cepeda, quien vivía allí en una opulenta vivienda. Tenía en toda la superficie de su terreno, desde el río hasta el Bvard. Rondeau, una plantación de mandari­neros. Cuando la fruta maduraba, una gran cantidad de personas, hombres y mujeres, eran empleados para la cosecha. Camiones cargados con doradas frutas salían de allí hacia el mercado. A esa quinta se la conocía como La Quinta de Cepeda. La construcción de la Avda. de Circunvalación dio lugar a la demolición del edificio de la casa y el desmonte de los frutales, (Nelia Dora Muñoz: Testimonio personal recogido en Ilistonas del barrio La Florida, Ediciones Vivir el barrio, Rosario, Algunos de aquellos habitantes pioneros quedarían incluso liga­dos al barrio a través de la misma nomenclatura urbana, como en los casos de Escauriza o de Buchanan, cuyos apellidos se ligarían para siem­pre a la historia del barrio, tanto como los de otros vecinos, algunos ingleses como los Gotling o los Brownie, franceses como Battier, ita­lianos como los Intelisano y criollos como los Villalba, los Roldan o los Córdoba, antiguos habitantes del lugar y estos últimos también liga­dos al tambo y hombres de a caballo, como los británicos que cabal­gaban las entonces despobladas calles del pueblo.

Cuando La Florida era casi toda terrenos baldíos, el inglés Mr. Buchanan hizo construir un chalet con vista al río, donde vivía con su familia. Los terrenos del mismo eran una franja desde la barranca hasta el Bvard. Rondeau. En esa espaciosa área pastaban sus caballos de silla y las vacas que proveían de leche a su familia y personas de servicio. El inglés Buchanan, que era gerente de Aguas Corrientes, hizo asfaltar la calle que unía el portal de su casa, sobre la barranca, con el Bvard. Rondeau; aunque regresó a su patria después de años, su nombre per­dura en la primera calle asfaltada que hubo en La Florida y el chalet sigue mirando al río... En los atardeceres de los inviernos y las maña­nas veraniegas los ingleses, hombres y mujeres, salían a cabalgar por las calles del barrio luciendo sus trajes auténticos de jinetes. Las amazonas cabalgaban con las riendas en una mano y la fusta en la otra. Era una nota pintoresca que ha de perdurar en el recuerdo de todos los que la presenciábamos...
(Muñoz: Op. cit.)

Otra de las atracciones permanentes del barrio, el hoy Balneario Municipal, tuvo también origen sobre los finales de la década del 30, cuando Carlos Escauriza proyectó en terrenos de su propiedad la ins­talación de "La Peña", un emprendimiento recreativo a orillas del Paraná, emplazado en la actual Bajada Escauriza. Posteriormente, el propietario donó dichas tierras para la construcción de un balnea­rio de grandes proporciones que pudiera ser aprovechado por toda la población, acompañando incluso un proyecto propio de obra en reemplazo de la modesta construcción original. Recién en 1933, la Municipalidad concretó un proyecto de balneario que no tenía vincu­lación alguna con la propuesta de Escauriza, que había gozado de la aprobación y el apoyo de sus vecinos.
La conexión de La Florida con el centro rosarino era posible a través del tranvía y de lanchas que salían de lo que es hoy la zona de Estación Fluvial con punto de arribo en el paraje denominado "Punta Barrancas", actual finalización de la calle Martín Fierro, la primera en abrirse en el barrio. La idea de la formación del pueblo inicial había surgido como consecuencia de la legislación santafesina que en el 80 eximía de impuestos a quienes donaran terrenos para urbanizar. Era el caso de La Florida, donde se habían cedido tierras para una plaza, la comuna, una iglesia y una escuela, aunque sólo dos de ellos cum­plieron el destino prefijado: los destinados a la plaza y al estableci­miento escolar.
A partir de 1930, y en las dos décadas siguientes sobre todo, el barrio consolidaría su trazado, aumentaría la población regular, se cons­truirían viviendas populares que le darían características urbanas dis­tintas a la de Alberdi, sin perder por ello el encanto de su proximidad al río, sus espacios verdes y jardines que siguen haciendo honor a la nomenclatura original del barrio y de uno que otro chalet, testimo­nio de esplendores y nostalgias del pasado.

Uno de los primeros chalets, que data de los años 20, está situado en la esquina de Gutiérrez e Marte (antiguamente Entre Ríos y Santiago). En él vivía la familia Gotling, un matrimonio de ingleses de edad madura, cuya hija era profesora del Colegio Inglés. Tenía su caballo de silla y cuando éste llegó a viejo lo llevaba a dormir a la galería cubierta para que no tome el rocío de la noche. Juntamente con el chalet de la fami­lia Gotling se constniyó el de Brownie, en calle Santiago entre Buchanan y Entre Ríos (actualmente Marte entre Gutiérrez y Buchanan), sobre la barranca, y el chalet El Refugio, en la esquina. Eran todas familias de ingleses que tenían una compleja servidumbre y sus autos con chofer. Eran los únicos autos que había en La Florida, además del de Battier, un francés cuyo chalet estaba situado en calle San Luis (hoy Galicia) y las barrancas del Paraná...
(Muñoz: Op. cit.)
Fuente: Extraído de Libro Rosario del 900 a la “decada infame”  Tomo I Editado 2005 por la Editorial Homo Sapiens Ediciones