Escudo de la ciudad

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El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

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viernes, 5 de junio de 2015

ZENO, Artemio y Lelio – Médicos Cirujanos ( 1884-1935 y 1890-1968)



ARTISTAS DEL BISTURI

Mecenas, humanistas maestros de maestros dejaron una impronta imborrable y son uno de los orgullos de la medicina de la ciudad

Por Guillermo Zinni

¿Podrán  los hermanos  Zeno haber puesto su dinero en campos y va­cas, especulado en la Bolsa o compra­do ladrillos? Seguramente que sí, pero eligieran un mejor camino: invertir en conocimiento y ser mecenas de diver­sas instituciones y hombres de la cul­tura. Sin embargo, en una cálida siesta de verano la esposa de Lelio explotó:
 -¡No hay ningún derecho, Lelio! ¡Siem­pre estoy seca! ¡Nunca tengo un mango! ¡Vos te gastas toda la plata con tus amigos, que son unos punzones y que se la pasan viviéndote!
-Mira, Tina, no podes ser así -le con­testó serenamente su marido-. No podes ser tan injusta. Yo también soy un artista, un artista de la cirugía, y yo con mi arte gano plata y ellos no. Pero son mis herma­nos y estoy obligado a ayudarlos.
Portadora de un milenario apellido que estuvo emparentado con la realeza vene­ciana, la familia Zeno emigró de Verona, Italia, hacia el año 1885, y se estableció en San Fernando, en Buenos Aires, donde se dedicó al comercio de frutas y verduras. Aquí nacieron cuatro hijos: Artemio, Le­lio, Rogelio y Lisi, y aunque vivían en una pobreza franciscana, se las arreglaron para darles una buena educación.
Artemio y Lelio pudieron así estudiar medicina y pronto se destacaron como grandes cirujanos. Con el tiempo se instalaron en Rosario, donde jun­to a Oscar Carnes y con la ayuda de Miguel Monserrat -el creador del conocido banco que llevaba su nombre y al que sus amigos apodaron socarronamente "Corpiño" por­que, decían, "sostenía a los dos Zenos"-, en 1924 fundaron el Sanatorio Británico sobre la base del antiguo hospital homónimo.
Tanto Lelio como Artemio ocuparon una gran diversidad de cargos, recorrie­ron varios países donde se perfeccionaron y brindaron sus conocimientos, y contaron con innumerables discípulos, pero más allá de esto fueron dos grandes humanistas y reconocidos mecenas en pro de la cultura. Mucho de lo que ganaron lo emplearon para ayudar a otros, y así sostuvieron la naciente Mutualidad de Estudiantes y Artistas Plás­ticos junto a Antonio Berni. El escritor Elias Castelnuovo, del grupo de Boedo; el doctor Emilio Pizarro Crespo, uno de los primeros introductores del psicoanálisis en el país, y hasta el fisiólogo alemán Georg F. Nicolai, amigo de Einstein que debió abandonar Alemania ante la llegada del nazismo, se contaron entre sus protegidos.
Si bien ambos herma­nos fueron dos figuras de una gran cultura e inteligencia, algunos de quienes los conocieron sostienen que sus personalidades eran diferentes Un poco "teatral", Artemio fue un admirador de Inglaterra y era más seguro sí mismo. Cuentan que cuando en 1923 se presentó a concursar el cargo de de Clínica Quirúrgica en la Facultad de Medicina, apareció de galera, monóculo,  bastón, pantalones bombillas y con sobretodo muy elegante. Se sacó los guantes,  los dejó ostensiblemente sobre la r comenzó diciendo ceremoniosamente ante el estupor de los examinadores: “Esta tarde me recuerda los días neblinosos de  Londres...". Además, el único ante te que presentó fue el de miembros de la  Real Academia de Cirujanos de Lo porque suponía que si llegó a eso todo lo demás ya estaba dicho, y no se equivocó.
Por otro lado, Lelio se caracterizó sencillez; fue un "revolucionario" amante de  Rusia y defensor del comunismo. Así, por el  ejemplo, en su segundo viaje a Rusia de "colados" a Castelnuovo, Pizarro Crespo y Nicolai, tres hombres también allegados al pensamiento de izquierda, que cuando notaron el reloj de oro que portaba, galo de Monserrat, se le fueron al humo y  le dijeron despectivamente: "¿No te da vergüenza, burgués?". Y puesto a elegí: la mirada censora de sus amigos y ese objeto, Lelio no dudó un segundo: se lo sacó y en un abrir y cerrar de ojos lo tiró  al mar.
Humanistas, maestros de maestro, en  honor a la brevedad antes que repasar la interminable lista de sus logros quizás sea mejor recordarlos simplemente come fueron: dos fuera de serie o, más sencillamente, dos hombres brillantes.

Fuente: Extraído de  la Revista del diario La Capital de los 140 años.