Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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jueves, 15 de septiembre de 2016

LOS NOMBRES PRECURSORES

Por Rafael Ielpi




Ya en 1931, algunas orquesta de Rosario alternaban airosa­mente con las que venían desde Buenos Aires en especial para ameni­zar los bailes de Carnaval. Ello ocurría con la de Abel Bedrune, que a partir de entonces protagonizaría una larga actividad profesional en la ciudad. Bedrune era número destacado en las carteleras del Social Theatre, en 1931; del Teatro Colón, en 1933, con una orquesta de diez bandoneones; en el Cine Real, en 1937, todos ellos convertidos en pistas de baile que dejaban de lado su condición habitual de cines, o de teatro en el caso del segundo.

Bedrune iba a tener además un mérito que reconocerían cole­gas e historiadores de la música popular: su condición de maestro de bandoneonistas y responsable de la llamada escuela rosarina del ins­trumento, la que tendría dos exponentes de primerísimo nivel corres­pondientes estrictamente al período 1930-1960: Julio Ahu­mada y Antonio Ríos, contemporáneos y exponentes ejem­plares de la llamada "Generación del 40".

Luis Chera sería otro de los nombres inevitables de la cronología del tango en Rosario hasta su muerte en fe­brero de 1972. Nacido en 1911, fue parte de una familia musical que incluía a sus hermanos Rodolfo, Héctor, An­tonio y Julián, también integrantes y directores de conjun­tos del género. Sus primeras actuaciones se remontan a 1925 y ya en los años iniciales de la década del 30 se lo puede escuchar en el Dancing Club de Avda. Pellegrini al 1600 o en Colonia Italia­na, del mismo modo que a mediados de la misma es posible encontrar su nombre, junto a los del pianista Manuel Sucher y el violinista Sal­vador Eskenassi, como acompañantes de la cancionista Fanny Loy. En los años 40 y 50 su orquesta anima en for­ma habitual los bailes de Carnaval de los clubes Central Córdoba, Servando Bayo, Social Zona Sud, Echesortu, Sportmen Unidos, Provincial, Newell's Oíd Boys, Liber­tad, entre otros; en los cines Real u Opera o en el Centro Unión Almaceneros y Centro Castilla, alternando con las orquestas de jazz.

Chera ostentaría otra condición pionera: la de haber sido por muchos años el ingrediente tanguero exclusivo de la Boite Marina, en Mitre al 800, uno de los locales más tradicionales y exclu­sivos de una ciudad donde ese tipo de ámbitos era todavía habitual con su parafernalia de música, danza, cantantes e ilusionistas, mujeres tentadoras, media luz y whisky importado. También subiría la orquesta al palco del Café del Cairo, en Sarmiento y Santa Fe, convertido muchos años después en una especie de reducto intelectual y casi folklórico de la ciudad

Con Chera actuaron asimismo músicos de alta calidad como los bandoneonistas Antonio Ríos y Agustín Garnero, el pianista José Puertas y el contrabajista Domingo Sala, mientras se contarían entre sus cantores algunos de los mejores intérpretes rosarinos, como Angel Barrios, Aldo Calde­rón, Mario Garcés, Raúl Angeló, Aldo Maidal y Raúl Peralta, que poco después adoptaría el seudónimo de Raúl Lavié, se radicaría en Buenos Aires en 1955 y alcanzaría vasta notorie­dad nacional.

Contemporáneo de Bedrune y Chera sería José Sala (nacido en 1909), otro de los grandes propulsores del tango que iniciándose como violinista y baterista terminaría siendo un sensible pianista, cuyas orquestas integrarían los elencos de las radios rosarinas prácticamente desde 1930 hasta 1960 e incluso después, con un criterio de permanente crecimiento en lo musical-instrumental. Sala sería partícipe también de los años "gloriosos" del tango en Rosario, animando bailes, reunio­nes y espectáculos en varietés e incursionando incluso —co­sa que otros no pudieron lograr- en la cinematografía local, como musicalizador de la hoy olvidada película Viejo ba­rrio, en la que intervendría también otro grande del tango: Francisco Fiorentino. Eran los tiempos de la llamada "Generación del 40" con su abundancia de orquestas, compositores, poetas, arregladores, directores y cantores que, des- de Buenos Aires, renovarían entre 1935 y 1960 la música popular.

Como en el caso de Chera, algunos de los cantores de las sucesivas orquestas de José Sala cantara tanto en or­questas de jazz como de tango, recuerda con minuciosidad algunas de las peripecias de aquellas veladas: "La Carpita de Junín e Lguazú, que era llamada así por el techo de lona, fue un lugar famoso de bailes en Rosario. Allí ocurrió una anécdota hora de salir a la pista. Algunos de aquéllos, como Joaquín Martiño o Ramón Zinni -cuyo seudónimo ingresaría a la literatura en "El Rosa­rio de Satanás" de Héctor N. Zinni- competían triunfalmente en los concursos tangueros. Bianchi, como sus colegas, transitó asimismo los auditorios y salas de todas las emisoras radiales, en especial a partir de 1936 cuando su agrupación adquiere personalidad distintiva.que no olvidé jamás. No recuerdo el nombre del cantor pero hicimos un baile en invierno; hacía un frío terrible y a pesar de la carpa entraba un frío bárbaro por los costados. Entonces el cantor de la típica salió a cantar, pero con so­bretodo y guantes..."

Raúl Bianchi puede ser integrado a esa nómina de importantes músicos que hicieron del tango orquestal una experiencia conti­nuada y valiosa, en su caso desde los años 20 a 1960, cuando fallece. "El caballero del piano", como se lo llamó, había hecho sus primeras armas artísticas acompa­ñando desde el teclado las temblonas imágenes del cine mu­do en los cafés y cinematógrafos que abundaban entonces, como el Empire Theatre.

Integrado ya al circuito de los bailes en clubes, tea­tros, cafés y salones, Bianchi impuso a su orquesta un ritmo particular, que la hacía predilecta de muchos de los exigentes bailarines de entonces, cuando la típica y la jazz compe­tían en ganar la adhesión de un auditorio exigente a la hora de salir a la pista. Algunos de aquéllos, como Joaquín Martiño o Ramón Zinni -cuyo seudónimo ingresaría a la literatura en "El Rosa­rio de Satanás" de Héctor N. Zinni- competían triunfalmente en los concursos tangueros. Bianchi, como sus colegas, transitó asimismo los auditorios y salas de todas las emisoras radiales, en especial a partir de 1936 cuando su agrupación adquiere personalidad distintiva.
Fuente: Extraido de la Revista “Vida cotidianaRosario ( 1930-1960)